En el mundo existen muchas ediciones de los libros de Kafka que han
sido traducidas a muchos idiomas. Quien fuera un discreto abogado
checoslovaco, de lengua alemana, y que murió publicando apenas unos
cuantos libros breves, nunca llegó a ver el éxito mundial de sus novelas
póstumas, como El desaparecido (durante mucho tiempo titulada América),
El castillo y El proceso.
Los mejores traductores del mundo se han volcado a este autor que ha
planteado tantos retos y dificultades, así como estímulos para el gran
arte de la traducción. En el ámbito de lengua española, los más
recientes traductores de Kafka han sido Miguel Sáenz, Juan José del
Solar (recientemente fallecido), César Aira, Renato Sandoval y Rodolfo
Hásler.
Entre los más prestigiosos y anteriores han estado nada más y nada
menos que el gran escritor argentino J. Rodolfo Wilcock, entre otros
traductores como Feliu Formosa o J. D. Vogelmann. Es decir, hay toda una
lista de maestros de la traducción, oficio que con el paso de los años y
el reconocimiento de sus derechos, no solo en cuanto a pago por su
autoría intelectual, ha logrado también un reconocimiento público de su
trabajo, incorporando sus nombres hasta en la misma portada de los
libros.
La razón es evidente: una traducción literaria es una recreación del
lenguaje y del mundo del autor a la lengua de destino. La dedicación del
traductor exige no solo un talento idiomático sino una cualidad
creadora de alto rigor.
Una reciente edición ecuatoriana de la novela El proceso de Kafka
publicada en la colección “Literatura y justicia”, pero no hay una sola
mención al traductor del libro. Es decir, quien ha hecho la parte más
importante del trabajo y que tiene derechos legales sobre el
reconocimiento económico y público de autoría. Nada, ni una línea.
Apenas se menciona que “Libresa S.A. cede los derechos de traducción de
la obra” por esta única edición. Pero ninguna mención al traductor.
Esto no debería ser así, este error entierra la labor profesional de
un traductor y su esfuerzo por traducir estas obras de la literatura
universal. Como ocurre en las películas de cine que recientemente han
añadido, la obligatoriedad de incluir los autores de los doblajes, en
toda obra ya sea literaria o no, debe aparecer el nombre del traductor
que ha realizado dicho trabajo.
Fuente: eluniveso
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