El mercado de la traducción de páginas web ha experimentado un
crecimiento de un 35% en los últimos años. En este tiempo, las empresas y
negocios tradicionales se han ido adaptando a las nuevas tecnologías
para expandir su cuota de mercado, comenzando por construir una página
web, que es la imagen de la empresa en Internet, donde los clientes
pueden comprar, informarse de los productos y servicios o bien ponerse
en contacto con la empresa que les interese.
El segundo
paso una vez que ya tienen la página web, es acceder a otros países
donde poder captar nuevos clientes y nada mejor que Internet para
conseguirlo. Aquí es donde entran en juego los traductores, ya que para
traducir una página web a otro idioma, debemos hacerlo de manera
profesional, algo que únicamente consiguen los expertos en la materia,
es decir, traductores profesionales.
En cuanto a los
idiomas más demandados en la traducción de páginas web, destaca el
inglés, que lo solicita casi el 90% de las empresas, seguido del
francés, el alemán y el ruso, por este orden. A nivel nacional, el
catalán, el euskera y el gallego son otras peticiones con una importante
demanda de traducción.
Los motivos por los que los
empresarios recurren a los servicios profesionales de traducción y
descartan las traducciones automáticas son varios, pero principalmente
lo hacen buscando favorecer la comunicación del mensaje con la máxima
fidelidad y que éste no contenga errores gramaticales u ortográficos.
También por una cuestión de imagen corporativa, ya que una web bien
traducida ofrece una sensación de claridad en su comunicación y de
esfuerzo por empatizar con el cliente extranjero.
Un
aspecto clave para lograr comunicar el mensaje de manera eficiente es
revisar el texto, su ortografía y su gramática, para evitar errores y
que la estructura se ajuste a lo que la empresa desea transmitir. Además
de una cuestión estética en la que la imagen de la empresa puede quedar
deteriorada, las primeras impresiones lo son prácticamente todo en el
mundo de los negocios.
Tal y como hemos comprobado, la
traducción de una página web de nuestra empresa o negocio no debe
tomarse a la ligera ya que de ello depende nuestra imagen en el
extranjero y la consecución de nuevos clientes.
Fuente: elmundofinanciero
Agencia de Traducción Madrid - Somos una agencia de traducción con sede en Madrid que ofrece servicios profesionales en los sectores de la traducción y la interpretación.
martes, 29 de julio de 2014
martes, 22 de julio de 2014
Traducciones erróneas en momentos históricos
A lo largo de la historia se producen determinados acontecimientos que marcan un antes y un después. En algunas de esas ocasiones existen traducciones de por medio que han sido erróneas y que han podido cambiar el curso de la historia. Estas son algunas de las más importantes que han sucedido en la historia reciente.
Intérpretes poco diplomáticos
Hay un par de casos históricos que abundan en la idea de la traducción fallida como raíz de conflictos bélicos. El horno no estaba para bollos cuando Jimmy Carter visitó Polonia en un viaje de Estado en 1971. Recurrieron a un intérprete ruso con algunas nociones de polaco que puso en boca de Carter frases como “mis mejores lascivias para el futuro” o “he abandonado EEUU”. Por suerte, los periodistas polacos se lo tomaron a guasa.
Más delicada fue la situación generada, también durante la Guerra Fría, cuando alguien tradujo la frase de Kruschev de “seguiremos por aquí cuando os entierren” por “os enterremos”. La pequeña licencia poética estuvo a punto de dejar en pañales la crisis de los misiles de Cuba.
Moisés, el de la gran cornamenta
Los visitantes de la monumental estatua que Miguel Ángel esculpió de Moisés suelen quedarse ojipláticos cuando observan el enorme cuerno que surge de la azotea del personaje bíblico. ¿Profeta o unicornio? Más bien una traducción errónea arrastrada durante siglos: según la Biblia original, escrita en hebreo, cuando Moisés bajó del Monte Sinaí estaba “radiante” (“karan”, en hebreo). Sin embargo, su traductor al latín, San Jerónimo, malinterpretó la palabra (el hebreo se escribe sin vocales), reemplazando “karan” por “keren”, es decir, “cornudo”. Y de aquellas traducciones, estos apéndices óseos.
Una mala traducción los dejó medio cojos
En Alemania también tienen sus chapucillas. Al menos eso es lo que debieron pensar los 47 pacientes a los que les implantaron prótesis defectuosas porque alguien no se percató del significado de las instrucciones en inglés. El manual de instrucciones especificaba que eran prótesis “non modular cemented”, así que las metieron a pelo y sin cemento, cuando la expresión significaba que no eran modulares y que debía aplicarse cemento. La mitad de ellos tuvo que volver a operarse.
Ya están aquí los extraterrestres
Cuando el astrónomo Giovanni Schiaparelli afirmó en 1877 que Marte estaba cubierto de “canali” para hacer referencia a las irregularidades de su superficie no sabía que iba a despertar una fiebre ufológica. Pero el bueno de Percival Lowell leyó aquello de los “canali” y montó un observatorio en Arizona que le permitió constatar las numerosas civilizaciones que poblaban el planeta rojo y que lo habían cubierto de canales de agua. Gran parte del problema vino dado porque leyó “canale” y se echó al monte.
Como vemos en estos ejemplos una mala traducción puede llevar a errores de consecuencias impredecibles. Así que antes de tomar una decisión respecto a una traducción es imprescindible contar con el asesoramiento de auténticos profesionales de la traducción y la interpretación.
Fuente: Público
Intérpretes poco diplomáticos
Hay un par de casos históricos que abundan en la idea de la traducción fallida como raíz de conflictos bélicos. El horno no estaba para bollos cuando Jimmy Carter visitó Polonia en un viaje de Estado en 1971. Recurrieron a un intérprete ruso con algunas nociones de polaco que puso en boca de Carter frases como “mis mejores lascivias para el futuro” o “he abandonado EEUU”. Por suerte, los periodistas polacos se lo tomaron a guasa.
Más delicada fue la situación generada, también durante la Guerra Fría, cuando alguien tradujo la frase de Kruschev de “seguiremos por aquí cuando os entierren” por “os enterremos”. La pequeña licencia poética estuvo a punto de dejar en pañales la crisis de los misiles de Cuba.
Moisés, el de la gran cornamenta
Los visitantes de la monumental estatua que Miguel Ángel esculpió de Moisés suelen quedarse ojipláticos cuando observan el enorme cuerno que surge de la azotea del personaje bíblico. ¿Profeta o unicornio? Más bien una traducción errónea arrastrada durante siglos: según la Biblia original, escrita en hebreo, cuando Moisés bajó del Monte Sinaí estaba “radiante” (“karan”, en hebreo). Sin embargo, su traductor al latín, San Jerónimo, malinterpretó la palabra (el hebreo se escribe sin vocales), reemplazando “karan” por “keren”, es decir, “cornudo”. Y de aquellas traducciones, estos apéndices óseos.
Una mala traducción los dejó medio cojos
En Alemania también tienen sus chapucillas. Al menos eso es lo que debieron pensar los 47 pacientes a los que les implantaron prótesis defectuosas porque alguien no se percató del significado de las instrucciones en inglés. El manual de instrucciones especificaba que eran prótesis “non modular cemented”, así que las metieron a pelo y sin cemento, cuando la expresión significaba que no eran modulares y que debía aplicarse cemento. La mitad de ellos tuvo que volver a operarse.
Ya están aquí los extraterrestres
Cuando el astrónomo Giovanni Schiaparelli afirmó en 1877 que Marte estaba cubierto de “canali” para hacer referencia a las irregularidades de su superficie no sabía que iba a despertar una fiebre ufológica. Pero el bueno de Percival Lowell leyó aquello de los “canali” y montó un observatorio en Arizona que le permitió constatar las numerosas civilizaciones que poblaban el planeta rojo y que lo habían cubierto de canales de agua. Gran parte del problema vino dado porque leyó “canale” y se echó al monte.
Como vemos en estos ejemplos una mala traducción puede llevar a errores de consecuencias impredecibles. Así que antes de tomar una decisión respecto a una traducción es imprescindible contar con el asesoramiento de auténticos profesionales de la traducción y la interpretación.
Fuente: Público
miércoles, 9 de julio de 2014
Kafka y el derecho del traductor
En el mundo existen muchas ediciones de los libros de Kafka que han
sido traducidas a muchos idiomas. Quien fuera un discreto abogado
checoslovaco, de lengua alemana, y que murió publicando apenas unos
cuantos libros breves, nunca llegó a ver el éxito mundial de sus novelas
póstumas, como El desaparecido (durante mucho tiempo titulada América),
El castillo y El proceso.
Los mejores traductores del mundo se han volcado a este autor que ha planteado tantos retos y dificultades, así como estímulos para el gran arte de la traducción. En el ámbito de lengua española, los más recientes traductores de Kafka han sido Miguel Sáenz, Juan José del Solar (recientemente fallecido), César Aira, Renato Sandoval y Rodolfo Hásler.
Entre los más prestigiosos y anteriores han estado nada más y nada menos que el gran escritor argentino J. Rodolfo Wilcock, entre otros traductores como Feliu Formosa o J. D. Vogelmann. Es decir, hay toda una lista de maestros de la traducción, oficio que con el paso de los años y el reconocimiento de sus derechos, no solo en cuanto a pago por su autoría intelectual, ha logrado también un reconocimiento público de su trabajo, incorporando sus nombres hasta en la misma portada de los libros.
La razón es evidente: una traducción literaria es una recreación del lenguaje y del mundo del autor a la lengua de destino. La dedicación del traductor exige no solo un talento idiomático sino una cualidad creadora de alto rigor.
Una reciente edición ecuatoriana de la novela El proceso de Kafka publicada en la colección “Literatura y justicia”, pero no hay una sola mención al traductor del libro. Es decir, quien ha hecho la parte más importante del trabajo y que tiene derechos legales sobre el reconocimiento económico y público de autoría. Nada, ni una línea. Apenas se menciona que “Libresa S.A. cede los derechos de traducción de la obra” por esta única edición. Pero ninguna mención al traductor.
Esto no debería ser así, este error entierra la labor profesional de un traductor y su esfuerzo por traducir estas obras de la literatura universal. Como ocurre en las películas de cine que recientemente han añadido, la obligatoriedad de incluir los autores de los doblajes, en toda obra ya sea literaria o no, debe aparecer el nombre del traductor que ha realizado dicho trabajo.
Fuente: eluniveso
Los mejores traductores del mundo se han volcado a este autor que ha planteado tantos retos y dificultades, así como estímulos para el gran arte de la traducción. En el ámbito de lengua española, los más recientes traductores de Kafka han sido Miguel Sáenz, Juan José del Solar (recientemente fallecido), César Aira, Renato Sandoval y Rodolfo Hásler.
Entre los más prestigiosos y anteriores han estado nada más y nada menos que el gran escritor argentino J. Rodolfo Wilcock, entre otros traductores como Feliu Formosa o J. D. Vogelmann. Es decir, hay toda una lista de maestros de la traducción, oficio que con el paso de los años y el reconocimiento de sus derechos, no solo en cuanto a pago por su autoría intelectual, ha logrado también un reconocimiento público de su trabajo, incorporando sus nombres hasta en la misma portada de los libros.
La razón es evidente: una traducción literaria es una recreación del lenguaje y del mundo del autor a la lengua de destino. La dedicación del traductor exige no solo un talento idiomático sino una cualidad creadora de alto rigor.
Una reciente edición ecuatoriana de la novela El proceso de Kafka publicada en la colección “Literatura y justicia”, pero no hay una sola mención al traductor del libro. Es decir, quien ha hecho la parte más importante del trabajo y que tiene derechos legales sobre el reconocimiento económico y público de autoría. Nada, ni una línea. Apenas se menciona que “Libresa S.A. cede los derechos de traducción de la obra” por esta única edición. Pero ninguna mención al traductor.
Esto no debería ser así, este error entierra la labor profesional de un traductor y su esfuerzo por traducir estas obras de la literatura universal. Como ocurre en las películas de cine que recientemente han añadido, la obligatoriedad de incluir los autores de los doblajes, en toda obra ya sea literaria o no, debe aparecer el nombre del traductor que ha realizado dicho trabajo.
Fuente: eluniveso
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